Lo ví en la sombra del parque
caminando con su dueño,
mirándolo paso a paso
con gesto alegre y risueño
(porque tengo la certeza
de que sonríen los perros)
como si de él dependiera
la verdad del mundo entero.
Andares de lealtad,
paso a paso, gesto a gesto,
en relación de cariño
que olvida cualquier defecto
y le basta una caricia
para quedar satisfecho.
Lo ví en la sombra del parque,
y me nació muy de dentro
el escozor en los ojos
y la opresión en el pecho,
porque me vino a la mente
la nostalgia de otros tiempos,
el dolor de otras ausencias,
la emoción de otros afectos.
Y me quedé allí, en la sombra,
abrazando a mis recuerdos.
@ Alfredo Vilchez
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