poemas de octubre 2017

Se le alteró la vida
y cambió el modo
de seguir escribiendo
a pesar de todo.

Sólo hizo falta
añadir utensilios
que antes no estaban.

@Alfredo Vilchez





En el silencio del bosque
que es canto de viento y agua,
se oyó el susurro del fuego
abrazado a la hojarasca.

Luego, su voz, alta y fuerte,
al retorcerse en las ramas,
convirtiéndose en el grito
del árbol que se quemaba
mientras el fuego, inclemente,
le abrasaba las entrañas.

Al fin quedó sólo un campo
de madera calcinada.
Y volvió el silencio al monte
para llorar la desgracia.

@Alfredo Vilchez



Hasta aquel rincón del bosque donde arraiga el árbol viejo
llegó un susurro lejano encabalgado en el viento,
y el árbol movió sus ramas para reunir sus recuerdos
porque el murmullo le trajo sensaciones de otros tiempos;
y en un momento terrible comprendió lo que era aquello:
la voz de muerte lejana con que se anunciaba el fuego.

Hubo un tiempo, cuando joven, en que soportó un incendio,
y sintió crujir el aire, el grito de otro árbol muerto,
el llanto largo del campo, la quemazón en su cuerpo
y aquel abismo de hoguera que abrasaba hasta el silencio.

Sobrevivió a duras penas, y ahora le oía de nuevo
como se acercaba raudo arrastrando por el suelo,
hendiendo ramas y troncos, carbonizando los cuerpos,
haciendo roja la noche, convirtiéndola en infierno.

Y en su corazón de árbol anidó, profundo, el miedo,
que se transformó en espanto cuando las llamas
prendieron en su tronco y su enramada,
quemándole desde dentro con un dolor insufrible
que le hizo estallar, ... violento,
en un millón de pavesas que iluminaron el cielo,
llevando la muerte roja hasta otros árboles nuevos.

Cuando acabó la tragedia quedó sólo un campo yermo
donde aquello que era vivo murió en ceniza cubierto.

@Alfredo Vilchez








Hubo momentos en que azules de estrella, imbuidos de agresivo fanatismo,
derramaban insultos y amenazas, coceaban a una joven en el suelo,
injuriaban a una niña de diez años, o escupían a un honrado comerciante.

Pero el blanco de concordia no asomó.

Hubo momentos en que azueles de estrella, imbuidos de agresivo fanatismo, 
conminaban a vecinos, llenaban avenidas de violencia,
bramaban con gritos falsos de ficticios daños
y buscaban ecos con mentiras insostenibles.

Tampoco el blanco de concordia se mostró.

Hubo momentos en que azules de estrella, imbuidos de agresivo fanatismo,
quemaron otras banderas con el fuego de un odio exacerbado
sin resquicios para el entendimiento.

Más el blanco de concordia no se dejó ver.

Hubo momentos en que azueles de estrella mostraron su riqueza de lenguaje
con el empleo del único adjetivo con que su corta mente distingue a los demás,
en un recuerdo del fascio intransigente que mejor les representa en sus espejos.

Y de nuevo el blanco de concordia no brotó.

Pero el viento hizo ondear otras enseñas y las calles fueron cauces de aguas mansas,
de riadas de gentes humilladas que alzaron el rojo del orgullo
y el gualda de la esperanza en una pacífica marea de dignidad.

Y entonces el blanco de concordia si surgió

... con propuestas de hablar para entenderse
y el olvido de agravios y de ofensas, que no vieron hasta que, incontenibles,
se levantaron nuevos pendones y estimaron en ellos amenazas,
porque, en el fondo, les nombran con el mismo adjetivo ignominioso
que las mentes simples de azul estrella.

@Alfredo Vilchez




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